Hasta que finalmente llego el diagnóstico: Transposición de grandes vasos, CIA y CIV.
Prácticamente no me acuerdo de nada de lo que paso ese día, era tanto lo que teníamos en la cabeza… ¿en donde lo íbamos a operar?, ¿cuándo lo iban a operar?, ¿cómo iba a ser su vida después?, ¿cuándo íbamos a poder presentarle a su hermana que lo esperaba con mucha ilusión?, ¿que se nos venía después de que lo operaran?
Tomamos las decisiones que teníamos que tomar y así fue como se lo llevaron en ambulancia al CTI del Sanatorio Americano, por su cardiopatía había que operarlo si o si antes de las dos semanas de vida.
Fueron los meses más largos y tristes de nuestras vidas, pero los diez primeros días hasta que lo operaron fueron los peores, la incertidumbre de no saber si él iba a poder pasar su cirugía, si iba a lograrlo, todavía me acuerdo ir caminando por los pasillos llorando camino al auto y desear que ya llegara el momento de la operación, necesitaba saber que iba a pasar con nuestras vidas, con SU vida.
Dejarlo ahí todas las noches solo (pero no tan solo porque por suerte tiene el mejor papa del mundo que dormía todas las noches sentado en la sala de espera por cualquier cosa), llegar a casa sola y tener que poner la mejor cara porque había otra persona de dos años que esperaba por mí y también me necesitaba, fue matador, pero valió la pena, sin dudas que valió la pena.
Después de casi siente interminables horas su operación fue exitosa, ver a los cirujanos bajar las escaleras con una sonrisa, ¡fue inexplicable!.
Una semana después ya estábamos en piso, y de a poco empezamos a sonreír de nuevo, el primer encuentro con su hermana nos llenó el corazón, fue como sentir que ¡por fin todo estaba volviendo a su lugar! Y dos semanas después ya estábamos en casa los cuatro juntos.
Muchas veces me pregunte ¿por qué habíamos tenido que pasar por esto?, ¿por qué nos tocó a nosotros? Y hoy la verdad ya no me importa, solo agradezco a la vida haber tenido un hijo tan valiente como el que tenemos, con tantas ganas de vivir, el disfruta de la vida porque él más que nadie nos demostró que quería estar acá.
Alfonso es feliz, se ríe, corre, salta, juega, pelea, él vive la vida con una intensidad que contagia.
Muchas gracias a todos los que hicieron que Fonchi este acá con nosotros, a la Dra. Serrana, Dr. Touya, Dr. Castillo, Dr. Borbonet, y al equipo médico que trabaja con ellos: a los enfermeros y nurse que lo cuidaron con tanto amor, porque nuestra vida no sería la misma sin ellos.
GRACIAS a nuestra familia y amigos por que ¡sin duda no hubiéramos podido sin ellos! Porque siempre estuvieron parados al lado nuestro aguantando con nosotros y por acompañarnos en este camino tan lindo que es ser los papas de Fonchi y Joaquina ¡obvio!
Estamos orgullosos de ser los papas de un niño con un corazón travieso, y porque si se puede nacer y vivir con un corazón diferente.
Agus y Santi